En 2007, un joven emprendedor se puso en contacto con Ólavur Gregersen —que por aquel entonces trabajaba de consultor— con la idea de cultivar algas. En ese momento, las propiedades de las algas eran unas auténticas desconocidas. Sin embargo, con el tiempo se ha demostrado que las algas absorben el CO₂, el nitrógeno y el fósforo de los océanos y ayudan a reducir estas sustancias en el agua, beneficiando así al medio ambiente.
Tal y como recuerda Gregersen: “Por aquel entonces, se sabía poco sobre las algas marinas, pero pensé que era una buena idea. He vivido la mayor parte de mi vida en las Islas Feroe. Tenemos poco terreno, pero estamos rodeados de agua y nos vemos obligados a cuidar el océano. Esta idea encajaba a la perfección”. Gregersen se metió en el proyecto y en 2012 decidió dedicarse por completo a Ocean Rainforest como CEO.
Desde entonces, la empresa ha crecido con fuerza. Además de las Islas Feroe, ahora también opera en las costas de California y México. Desde 2020, Ocean Rainforest cuenta con varios inversores extranjeros.
Las algas son un producto versátil, ¿qué se puede hacer con ellas?
“Las algas marinas se pueden utilizar principalmente como alimento para humanos, pero también como ingrediente en piensos para animales. Además, son un componente habitual de los cosméticos y productos farmacéuticos gracias a sus numerosos compuestos beneficiosos, como las sales, los minerales y las vitaminas”, afirma Gregersen.
Además, las algas marinas pueden utilizarse para impulsar una agricultura más sostenible, ya que pueden sustituir (parcialmente) los pesticidas químicos. Incluso pueden servir como fuente de energía sostenible mediante el destilado de etanol.
¿En cuáles de estas aplicaciones se centra Ocean Rainforest?
“Al principio, nos centramos sobre todo en la generación de energía. Desarrollamos un método para destilar etanol a partir de los azúcares presentes de forma natural en las algas. El etanol es un combustible líquido más sostenible que los combustibles fósiles y puede sustituirlos parcialmente. Por desgracia, este plan no es viable a largo plazo, ya que la industria del petróleo y el gas cuenta con fuertes ayudas económicas que hacen que sus combustibles sean más baratos. No podemos competir contra esas ayudas. Los costes eran demasiado altos y la escalabilidad aún era muy limitada”, apunta Gregersen.
“Por eso, a partir de 2012, nos centramos en mayor medida en la alimentación. Pero después de unos años, fue evidente que las algas no eran lo suficientemente conocidas para el consumo en los sectores alimentarios europeo y estadounidense.
¿En qué consiste ese nuevo enfoque?
Tal y como indica Gregersen: “Las algas marinas están repletas de sustancias beneficiosas para la digestión y el sistema inmunitario. Aprovechamos estas ventajas a través de su fermentación y utilizamos las bacterias de la levadura en suplementos nutricionales”.
“También hemos descubierto que las algas marinas pueden utilizarse como bioestimulantes. Se trata de sustancias sintéticas (o, en el caso de las algas marinas, sustancias naturales) que mejoran el crecimiento, la salud y la resiliencia de los cultivos. Esto nos ha llevado a considerar el sector agrícola como un nuevo mercado en el que centrarnos”.
“Las algas marinas son una alternativa limpia y segura a los pesticidas y fertilizantes sintéticos —que pueden introducir PFAS nocivos, entre otras sustancias, en las aguas subterráneas y causar problemas de salud—. Al usar algas marinas como bioestimulante, esperamos contribuir a desarrollar un suelo más óptimo, personas más saludables y a animales más sanos”.
¿Pueden las algas contribuir a resolver el problema climático?
“¡Así es! En primer lugar, su cultivo tiene un impacto negativo muy escaso. Las algas crecen mediante la fotosíntesis. Utilizan la luz y los nutrientes presentes de forma natural en los océanos para crecer. Por tanto, no se necesita tierra, agua potable ni fertilizantes para su cultivo. Las algas también contribuyen a la biodiversidad marina, ya que proporcionan hábitat y alimento para muchas especies submarinas,” afirma Gregersen.
“Al mismo tiempo, las algas absorben CO₂, nitrógeno y fósforo. Esto genera resultados beneficiosos, ya que estas sustancias nocivas son cada vez más habituales, sobre todo en las zonas costeras europeas. Dado que las algas absorben algunas de estas sustancias, desempeñan una función de limpieza natural en las aguas en las que crecen. El cultivo de algas contribuye directa e indirectamente a generar un planeta más sano”.
¿No se anula ese impacto sostenible al recolectar, transportar y utilizar las algas?
“Depende en gran medida de cómo se procesen y utilicen las algas. Ocean Rainforest utiliza las algas recolectadas sobre todo para reemplazar los fertilizantes y pesticidas sintéticos. De hecho, este modelo de producción ofrece múltiples ventajas. Por ejemplo, los fertilizantes sintéticos se filtran en el suelo, provocando que las PFAS terminen en el agua potable. Esto puede provocar diversos problemas de salud, como la reducción de la fertilidad y un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer. También puede causar problemas psicológicos como el TDAH”, indica Gregersen.
“En los últimos años hemos llevado a cabo un estudio del ciclo de vida del uso de algas en productos alimenticios, en colaboración con una universidad sueca. Este método permite analizar de cerca el impacto de los productos desarrollados.Y nuestro estudio demuestra que las algas son los alimentos que generan una menor huella de carbono”.
¿Qué desventajas tiene el cultivo de algas?
Tal y como apunta Gregersen, “Hasta donde nosotros sabemos, apenas existen desventajas. Es importante elegir con cuidado los lugares donde se cultivan. Es necesario que se den las condiciones adecuadas para que los nutrientes se produzcan de forma natural, y que no sea necesario añadir nada más. Esto ocurre sobre todo en los lugares donde la corriente de las aguas oceánicas más profundas penetra en nuestra plataforma continental. Las Islas Feroe son un buen ejemplo de ello”.
Además, no se debe abusar de los nutrientes naturales del océano. Por tanto, no deberíamos destinar más del 5 % de la superficie oceánica al cultivo de algas. Actualmente, solo se destina el 0,025 %, así que aún falta mucho para llegar a ese límite. El único aspecto negativo es que, "donde se cultivan algas, no se pueden desarrollar otras actividades”.
Cómo cultivar algas
El océano puede ser un entorno hostil. Por lo tanto, las algas marinas deben ser capaces de soportar condiciones severas como fuertes corrientes, olas y frío, para no resultar dañadas durante el proceso de cultivo. Por eso, Ocean Rainforest ha llevado a cabo una exhaustiva investigación sobre la tecnología y las especies de algas marinas desde sus inicios. Tal y como apunta Gregersen: “Así es como hemos logrado un método de cultivo que funcione bien”.
“Nuestro método es sencillo pero eficaz: colocamos largas hileras de plántulas bajo el agua. La biomasa crece de forma natural, nutrida por la luz solar y los nutrientes del agua de mar. Además, las variedades de algas que cultivamos son lo suficientemente resistentes como para soportar las duras condiciones del océano”.
¿Cuáles son sus planes de futuro?
“Nuestro objetivo es convertirnos en uno de los mayores productores de pesticidas naturales a partir de algas cultivadas en un plazo de cinco años. Actualmente, se elaboran muchos bioestimulantes a partir de algas silvestres, pero nosotros ofrecemos una alternativa más sostenible a través de las algas cultivadas”, apunta Gregersen.
“También esperamos que, en el mundo occidental, se utilicen las algas cada vez más como alimento, bioestimulante y aliado en la lucha contra el cambio climático. El potencial es enorme, esto es solo el comienzo”.
¡Muchas gracias por tu comentario!
Por favor, confirma tu comentario haciendo clic en el enlace del e-mail que has recibido.