El Black Friday es una fecha muy esperada por las personas consumidoras, pero un problema para el planeta. Estamos ante una jornada capaz de mover millones de euros y de residuos. De origen estadounidense, pero con presencia a lo largo de todo el mundo, el gasto de ese viernes negro alcanzó los 74.400 millones de dólares el pasado año según datos de Salesforce. La producción, el embalaje y el transporte de los productos comprados durante esta jornada en Madrid, supusieron el 1,7 % de las emisiones anuales de la ciudad en 2019. Un dato de Greenpeace que muestra el lado más black del placer asociado al consumo.  

De iniciativa local a fenómeno global 

Quién iba a decir a las personas que regentaban comercios en Filadelfia y que empezaron a utilizar el término Black Friday a mediados de la década de 1950 que acabaría en un fenómeno global. La necesidad de impulsar el comercio a las puertas de las fiestas de final de año, unida al consumismo desenfrenado, ha sido el caldo de cultivo perfecto para su consolidación.  

En una sociedad cada vez más competitiva nadie quiere ‘quedarse fuera’. Como explica María Sadia, psicóloga sanitaria y neuropsicóloga en Vaivén Psicología, ese contexto activa una sensación de urgencia porque “a nivel social se genera la idea de que ‘todos lo hacen’ y, además, ‘es solo hoy’. La deseabilidad social o la pertenencia al grupo condicionan también la compra de productos que ‘el resto tiene y yo no’. De manera que es fácil justificar una decisión impulsiva y obtener validación de forma rápida”.

La deseabilidad social o la pertenencia al grupo condicionan también la compra de productos que ‘el resto tiene y yo no'
María Sadia, psicóloga sanitaria y neuropsicóloga

En España, el Black Friday aterrizó de manera oficial en 2012 de la mano de una cadena alemana de productos tecnológicos. Desde entonces, comercios y grandes superficies no han dejado de sumarse a la iniciativa. Las ventas del Black Friday han aumentado de un 10 a un 20 % cada año, algo que se ha visto reforzado con el incremento de la compra online. Estos datos de Greenpeace reflejan la presión real que ejerce el consumismo en la sociedad.

El cuarto viernes de noviembre es un mal día para el planeta 

Lo que para muchas personas se traduce en un placer momentáneo y en una sensación de pertenencia, tiene un coste demasiado alto para el medioambiente. Durante esta jornada, las emisiones de CO2 pueden llegar a multiplicarse por seis en las zonas comerciales. Además, en esta temporada de compras, se generan unos 25 millones de toneladas adicionales de residuos, en su mayoría procedentes de embalajes y productos de corta duración, tal y como advierte la Agencia Europea del Medio Ambiente. 

Ecoalf, la empresa textil española, promociona la campaña "Decimos que no al Black Friday"

Entre los artículos más buscados durante esas fechas destacan los textiles, que figuran también entre los más contaminantes. Para hacernos una idea del impacto, basta con el ejemplo de que producir una sola camiseta de algodón requiere alrededor de 2.700 litros de agua, el equivalente a lo que bebe una persona en dos años y medio.   

Otro de los sectores estrella es el electrónico. Smartphones, ordenadores portátiles y pequeños electrodomésticos llenan escaparates y tiendas online bajo la mirada atenta de quienes ansían el último modelo. Desde Naciones Unidas alertan de que la generación de residuos electrónicos aumenta en 2,6 millones de toneladas al año, y se prevé que alcance los 82 millones en 2030. Los desechos electrónicos crecen cinco veces más rápido que su reciclaje. Estos datos no invitan precisamente al optimismo. 

En este punto, la reflexión sobre el reciclaje cobra una relevancia especial. Como recuerda Teresa Rodríguez Pierrard, responsable de Comunicación en Amigas de la Tierra, “durante demasiados años nos han vendido la idea de que reciclar es la solución, y en muchos casos seguimos en la trampa del modelo de usar y tirar”. Una mirada que apunta al núcleo del problema, cuando afirma que “si queremos hablar de economía circular, debemos priorizar la reducción —fabricar y consumir menos— y la reutilización, que es lo que realmente da una segunda vida a las cosas”. 

¿Black Friday o ‘Black Fraude’? 

Aunque la jornada promete descuentos irresistibles, la realidad suele ser bien distinta. En 2023, el Ministerio de Consumo constató que el 70 % de las rebajas anunciadas en el comercio online durante el Black Friday eran falsas o engañosas, un reflejo de cómo las estrategias comerciales están diseñadas para activar la sensación de urgencia y de oportunidad que impulsa la compra rápida, incluso cuando el supuesto descuento no existe. 

La psicóloga María Sadia habla sobre este fenómeno y asegura que “paradójicamente, es común sentir control con una compra impulsiva porque creemos que aprovechamos una oportunidad. Incluso si no necesitemos el producto, experimentamos sensación de ahorro al observar una oferta”. 

Y precisamente por eso conviene comprar con una mirada crítica, revisar los precios con anterioridad, priorizar lo necesario y prestar atención al origen, la durabilidad y el modo de fabricación. Pequeños gestos que ayudan a tomar decisiones más conscientes en un momento del año en el que la prisa y el marketing intentan marcar el ritmo.   

El auge del comercio electrónico  

En esta lucha por acaparar todas las miradas, las grandes plataformas eclipsan a los pequeños comercios.  Según datos de NielsenIQ, durante la semana del Black Friday, las compras online crecen un 59 % respecto a la media semanal anual. En este terreno las pymes apenas tienen oportunidades por la falta de digitalización, su baja presencia en redes y por su incapacidad de competir con los grandes descuentos y los envíos exprés que marcan los estándares del mercado. 

Por otra parte, la Organización Empresarial de Logística y Transporte de España prevé que los envíos durante las campañas de Black Friday y las fiestas de final de año crezcan un 8,7 % respecto al año anterior, hasta alcanzar los 125 millones de paquetes. Y cada uno de esos envíos implica material de embalaje, rutas de transporte más largas y una presión enorme sobre un sistema logístico ya tensionado. 

A esto se suma un fenómeno ya habitual, el de las devoluciones. Con un simple clic podemos recibir un producto y, si no nos convence, enviarlo de vuelta. Y ese gesto simple y tan cotidiano supone más residuos y más kilómetros de transporte.  

Las cifras dejan claro que la comodidad del comercio electrónico tiene un precio que no vemos en el carrito de la compra. Se trata de un modelo que impulsa el consumo rápido, desplaza al comercio de proximidad y multiplica los impactos ambientales. Entenderlo es el primer paso para replantearnos cómo, cuándo y por qué compramos. 

Un consumo diferente es posible 

Con el objetivo de fomentar un consumo más ético y responsable, en 2015 nace el Green Friday, una iniciativa que se plantea como alternativa al consumo desmedido del Black Friday. No busca paralizar las compras, sino impulsar decisiones más conscientes. La granja ecológica gallega, Casa Grande Xanceda tiene claro a cuál de las dos iniciativas sumarse

En el ámbito textil, Ecoalf también dice “no” al consumo excesivo y a la producción masiva de productos textiles, a través de su campaña ‘0 % de descuento en todas las colecciones’. Hablamos con Carol Blázquez, Head of Innovation & Sustainability de ECOALF, con motivo del Blue Monday.  

La reparación, el alquiler o la compra de productos de segunda mano también

Imagen del mapa con los puntos de reparación
Mapa de servicios para "reparar, reutilizar y resistir" de la campaña de alargascencia de Amigas de la Tierra

son caminos por los que llegar a un futuro más sostenible. ¿Conoces Alargascencia? Es un directorio con más de 1.200 establecimientos donde reparar objetos, alquilarlos, hacer trueque y encontrar o vender productos utilizados, con la posibilidad de filtrar por lugares. “Mantener los objetos en uso más tiempo reduce la presión sobre los recursos naturales y sobre las poblaciones que sufren sus consecuencias”, recuerda Rodríguez Pierrard. 

También existen formas de ‘hacerlo diferente’ en el ámbito de la alimentación. Yes Future Positive Supermarket es un supermercado libre de plásticos en el que se apoya el consumo responsable y local. No se trata de renunciar a nuestras compras, sino de repensar cómo y dónde hacerlas.  Decisiones pequeñas para avanzar hacia un modelo de consumo más justo para las personas y para el planeta.