La minería de aguas profundas significa extraer minerales del fondo del océano, a veces a muchos metros por debajo de la superficie del agua, con elevados riesgos para la biodiversidad. Por ejemplo, un estudio reciente del Instituto Real de los Países Bajos para la Investigación del Mar (NIOZ, por sus siglas en neerlandés) muestra que los nódulos de manganeso (concentraciones extraordinarias de metales útiles) contienen mucha más vida de la que se podía esperar. En realidad, aún no entendemos lo suficiente la vida en el fondo marino como para comprender las consecuencias que tendría la minería en aguas profundas.

La adopción del llamado Tratado de Alta Mar en junio de 2023 fue un paso importante hacia la ampliación de la responsabilidad de los gobiernos más allá de las fronteras nacionales para conservar y gestionar de manera sostenible hábitats marinos vitales, especies de plantas y animales en alta mar, así como fondos marinos internacionales. A pesar de este tratado, Noruega, un Estado que se ha enriquecido gracias a la extracción de petróleo en el Mar del Norte, valora permitir la exploración de aguas profundas cerca de Svalbard. Más países consideran hacer lo mismo, pero serían pasos preocupantes.

Algunos/as ven la minería de aguas profundas como una panacea para la transición energética. La demanda de minerales como el cobalto, el níquel y el cobre es alta, ya que son necesarios en baterías, paneles solares y vehículos eléctricos. Además, las cadenas de suministro actuales son problemáticas debido a graves violaciones de derechos humanos en la minería, el trabajo infantil, el trabajo forzoso y, en general, condiciones laborales marcadas por la inseguridad.

Sin embargo, no podemos permitirnos el lujo de utilizar la minería de aguas profundas para resolver los problemas actuales. De hecho, extraer minerales del fondo marino no solucionará los problemas de la minería en tierra. Más bien crea un problema ambiental adicional.

La tecnología sostenible requiere de ciertos minerales, pero eso no significa que tenga que nutrirse de una gran cantidad de nuevos materiales. Antes, debemos examinar nuestros patrones de consumo. Primero, centrémonos en reducir el consumo de energía, reciclar minerales y tomar decisiones inteligentes como reemplazar la creciente demanda de vehículos eléctricos con una mejor infraestructura ferroviaria. Extraer material nuevo del fondo del mar es una forma de escapar de la solución real a los retos existentes.

Y la responsabilidad del sector financiero es obvia. Después de todo, sin préstamos o inversiones, la minería en aguas profundas no despegará. La responsabilidad de los bancos, los fondos de pensiones y la administración de activos es no financiar ni invertir en la minería de aguas profundas. Aunque algunos/as inversores/as diluyen su responsabilidad al afirmar que dialogan con empresas involucradas en la minería de aguas profundas por una mejora en su comportamiento, los daños desastrosos al medioambiente sólo pueden evitarse si se excluye esta actividad.

Además, las instituciones financieras no sólo tienen una obligación moral, sino que también deben evitar el riesgo de financiar un activo varado en el futuro. Los últimos resultados de las investigaciones sobre el impacto de la minería en aguas profundas en el medioambiente son tan preocupantes que resulta dudoso que se concedan permisos para actividades comerciales.

En este punto, el sector financiero debería tomar la iniciativa. La minería en aguas profundas debería estar totalmente prohibida.