Muchos llamaron loco a Ibrahim Abouleish cuando tuvo la visión de “reverdecer el desierto” en Egipto a través de la agricultura ecológica a finales de la década de 1970. Más tarde, Abouleish recibió el Premio Nobel Alternativo (Right Livelihood Award). Actualmente su iniciativa SEKEM es conocida internacionalmente como un ejemplo en materia de desarrollo sostenible. Su hijo, el economista nacido en Austria Helmy Abouleish, la dirige desde hace ya 45 años.

Para afrontar la emergencia climática solemos pensar en restricciones, como conducir menos, volar menos o comer menos carne. No las cuestionamos en un contexto tan grave como este, pero, como dice Helmy Abouleish, "nos dicen continuamente lo que no funciona, es muy raro oír hablar de lo que es posible". “Podemos demostrar, por ejemplo, que la agricultura ecológica captura innumerables toneladas de CO2 mientras la agricultura convencional es una de las causas principales del cambio climático”, afirma Abouleish. 

¿Proteger el clima pasa por algo como extender la alimentación ecológica a todo el mundo para proteger el clima? ¿Cómo se costearía eso? ¿Y qué pasa con el argumento de que no hay suficiente espacio para cumplir de manera integral con los requisitos de la agricultura ecológica? “En primer lugar, debemos comprender que los precios en los supermercados no reflejan los costes reales”, explica Abouleish. La agricultura convencional está muy subvencionada, tanto en Egipto como en los países occidentales. Los fertilizantes químicos y los plaguicidas son cada vez más caros y los daños causados ​​por la agricultura intensiva generan costes enormes que ahora no se tienen en cuenta en el precio, asegura el economista. "Estoy seguro de que los alimentos convencionales pronto serán significativamente más caros que los ecológicos. Y se puede pronosticar simplemente por el aumento de los precios de la energía”. 

El uso de combustibles fósiles en agricultura convencional puede ser hasta un 50 % mayor porque no se mantiene la fertilidad del suelo mediante inputs internos (rotaciones, abonos verdes, cultivo de leguminosas, etc.) como en la ecológica, sino que se recurre a productos fitosanitarios, fertilizantes de síntesis o a externalizar la alimentación del ganado (párrafo explicativo añadido por el editor de La Revista Triodos – Triodos Bank España).

¿Y el espacio? ¿Cómo se puede alimentar de forma ecológica a la creciente población mundial si cada vez desaparecen más suelos fértiles y la producción orgánica requiere de más tierra? Ese es un problema menor en opinión de Abouleish. “Ahora se producen demasiados alimentos, muchos de los cuales terminan en vertederos. La agricultura sostenible crea y mantiene suelo fértil mientras que la convencional lo destruye” por agotamiento.

 

Helmy Abouleish no presenta estos y muchos otros argumentos como el soñador utópico con el que a menudo se identifica a su padre. Basa sus declaraciones en cuatro décadas de experiencia en agricultura sostenible en Egipto, un país con un gran número de desafíos y que carece de un movimiento ambientalista fuerte como el occidental. Tampoco habla de un proyecto anecdótico. La ONU, por ejemplo, ha elegido a SEKEM como “defensor del clima”. “El propio Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas señala que los métodos agrícolas sostenibles podrían retener hasta 8,6 gigatoneladas de CO2 anuales en el suelo. Si también se incluyen árboles, se añadirían otras 8,8 gigatoneladas, es decir, un ahorro total de más de 17 gigatoneladas, lo que es algo muy significativo si tenemos en cuenta que en 2021 las emisiones globales fueron de 36 gigatoneladas. Y eso sin considerar siquiera lo que se evitaría además en emisiones nocivas del cultivo convencional o los efectos positivos de los bosques”.  

Suena prometedor, pero ¿cómo puede la ciudadanía tomar conciencia de las ventajas de la agricultura ecológica y pasar a la acción? SEKEM ya ha dado pasos en ese sentido con el desarrollo de un sistema de créditos de carbono con el que recompensa a quienes practican la agricultura ecológicapor sus ganancias en términos de reducción de CO2. Esto les permite obtener ingresos significativamente más altos y, al mismo tiempo, llevar sus productos al mercado con precios más baratos, de modo que cada vez más personas puedan comprarlos. De esta manara también se incentiva la conversión de otras fincas a ecológico. Este modelo despertó gran interés en la última Conferencia Mundial sobre el Clima en Sharm El Sheikh, Egipto. 

“Hay muchas más soluciones para contrarrestar los pronósticos negativos. Discutir las omisiones y las quejas solo nos roba energía valiosa que podemos usar para tomar medidas positivas”, dice Helmy Abouleish, que trabaja para ayudar a 40.000 agricultores/as en Egipto a pasar de la agricultura convencional a la ecológica. “Para 2028 deberían ser 250.000. Queremos contribuir a un cambio de sistema en el país. Y si podemos hacerlo en Egipto, también debería ser posible en todas las partes del mundo”.

Traducción del original en alemán en Die Farbe des Geldes (revista de Triodos Bank Alemania).

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