Durante décadas, los movimientos sociales han sido motores efectivos de la transformación social. Gracias a su acción colectiva se han conquistado derechos laborales, el voto femenino, la abolición de regímenes coloniales y dictaduras, la protección de ecosistemas, la ampliación de libertades civiles o la promoción de nuevos modelos financieros basados en valores. Han demostrado que cuando la ciudadanía organizada, puede cambiar incluso estructuras de poder aparentemente inamovibles. En palabras de la politóloga Frances Fox Piven, referente en el estudio de los movimientos sociales, “Las conquistas sociales no se regalan; se arrancan con organización, presión y constancia”

Por Carmen Solís, especialista en Comunicación Corporativa y Advocacy en Triodos Bank España
Carmen Solís es especialista en Comunicación Corporativa y Advocacy en Triodos Bank España

La educación en activismo retoma esa tradición y busca fortalecerla. Aporta estrategias para que los desafíos actuales —desde la justicia climática hasta la igualdad de género o el derecho a una vivienda digna y asequible— logren consolidarse en políticas públicas estables y en nuevas formas de gobernanza democrática.

Del activismo a la incidencia efectiva desde el sentido original de “sociedad”

Y es que uno de los efectos más profundos del neoliberalismo ha sido la erosión del sentido de comunidad para primar al individuo per se. La lógica del “sálvese quien pueda” y la lucha por los recursos ha debilitado las redes de confianza y por supuesto, ha relegado la solidaridad a un segundo plano. El actual sistema ha fragmentado la vida social en un mar de individualismos y diluido el sentido de comunidad. Pero ¿cómo podemos regenerar este panorama matrecho? La educación en activismo se convierte en una herramienta en sí misma para revertir esta tendencia, al formar en la acción colectiva: enseña a pensar desde el “nosotros/as”, no solo desde el “yo”. Agitar al individuo para agruparse nuevamente con un propósito común, volver a ser parte del sistema democrático del que ha sido desplazado para ser erigido como el definido por Wendy Brownhomo oeconomicus.

Promueve la creación de comunidades activas y cohesionadas, capaces de organizarse en torno a objetivos comunes como señalaba Michael Sandel: “Hemos pasado de una sociedad con economía de mercado a una sociedad de mercado. Y en ese tránsito hemos perdido bienes que solo pueden florecer en comunidad: la solidaridad, el sentido de pertenencia, la justicia compartida”.

El activismo recupera esa dimensión comunitaria porque no se ejerce en soledad, sino que requiere de alianzas productivas y complementarias, redes, cooperación entre distintos actores sociales. Y es precisamente en esa práctica donde se reconstruye el tejido comunitario que nuestras democracias necesitan para ser resilientes.

Así como alfabetizar en lectura y escritura fue esencial para consolidar la ciudadanía en la modernidad, educar en activismo resulta hoy imprescindible para una democracia acorde a los retos actuales. Mariana Mazzucato ya señaló que “Si queremos transformar el capitalismo en beneficio de la mayoría, necesitamos ciudadanos e instituciones capaces de orientar y disputar las reglas del juego, no solo de reaccionar a ellas”.

Enseñar a identificar ventanas de oportunidad política, a redactar propuestas normativas, a dialogar con medios de comunicación o a usar la presión digital de manera ética y eficaz es empoderar a la ciudadanía. En definitiva, democratizar las herramientas de incidencia que tradicionalmente han estado reservadas a lobbies empresariales o élites políticas como señalan en The Good Lobby, la red europea que promueve un lobby ciudadano ético y accesible, “La incidencia política no puede seguir siendo patrimonio de grandes corporaciones. Democratizar el lobbying significa dotar a la sociedad civil de competencias para participar activamente en la construcción de las normas que rigen nuestras vidas”.

Capacitar en activismo abre la puerta a una sociedad más justa, plural y participativa
Carmen Solís, especialista en Comunicación Corporativa y Advocacy en Triodos Bank España

Avanzar en un activismo riguroso y comprometido encarna un doble compromiso: con la justicia social y con la calidad democrática. Significa dotar a colectivos de muy diferentes causas feministas, ecologistas, vecinales o de defensa de derechos humanos, de los conocimientos que les permitan negociar de igual a igual con instituciones. Pero implica también fomentar una cultura de incidencia basada en la transparencia, la cooperación y la rendición de cuentas.

Hacia un ecosistema para democratizar la capacidad de incidir

En Europa y América Latina ya existen programas universitarios, escuelas de activismo y laboratorios cívicos que ofrecen formación en incidencia política pero aun la oferta sigue siendo limitada y fragmentada. Integrar el activismo en la educación secundaria, en la universidad y en la formación de movimientos sociales es construir una ciudadanía que no solo denuncia, sino que propone y transforma en un trabajo complementario a las estructuras de poder y de toma de decisión. Y, sobre todo, es regenerar comunidades capaces de cooperar en la defensa del bien común que el actual sistema económico y social ha derruido.

Capacitar en activismo abre la puerta a una sociedad más justa, plural y participativa, donde cualquier persona pueda aprender a ejercer su voz con eficacia. En definitiva, significa volver a poner la comunidad en el centro: reconocer que solo unidos podemos afrontar los desafíos de nuestro tiempo. ¿Conducirá la racionalidad gubernamental neoliberal a la emergencia del nuevo campo de la sociedad civil como correlato del arte de gobernar como señalaba Foucault?

En línea con estas percepciones, Triodos Bank, que promueve el cambio en las finanzas sistémicas desde una actividad rigurosa de advocacy, ha puesto en marcha la primera edición de su programa “Advocacy Academy”, una propuesta que pretende promover el liderazgo de la ciudadanía para el cambio, y formar desde el 11 de septiembre a un grupo de 25 personas, profesionales en el ámbito público, privado y del tercer sector organizado dispuestos a influir en positivo en el futuro de nuestra economía y de nuestro planeta. Contamos con la colaboración de personas especialistas del ámbito público y político, de la consultoría, del mundo académico, de las finanzas sostenibles, del periodismo o de la sociología o la politología, para desgranar la inteligencia contextual hacia los ámbitos sectoriales que son palancas de nuestra sociedad y economía hacia un modelo sostenible e inclusivo. Todo ello para promover el conocimiento necesario para transformar la voluntad en acción comprometida real y efectiva.

 

Advocacy Academy

Puedes conocer más sobre nuestro programa de formación en la página de la Advocacy Academy y en nuestra visión de impacto