Tambor del Llano, una finca de 32 hectáreas en un paraje único, late al ritmo de la naturaleza. El proyecto nació en el año 2012 con el ánimo de regenerar la tierra y devolverle su fuerza original. Entre alcornoques y riachuelos caminamos en un escenario casi mágico, lorquiano por su sensibilidad y su alma andalusí. En poco más de una década han vuelto los pájaros, las plantas perdidas y el latido profundo de la tierra al compás de un grupo de personas que ha entendido que la verdadera armonía se encuentra en trabajar de la mano de la naturaleza y no en intentar dominarla.

Una visión transformadora

De espíritu visionario y con una gran capacidad de observación sobre los procesos naturales, Carmen Bueno —una de las impulsoras del proyecto— y su equipo han logrado transformar una finca deteriorada en un referente de soluciones basadas en la naturaleza (SbN). 

No es una finca más. En Tambor del Llano la regeneración es un concepto vivo, un trabajo diario de análisis, cuidado y respeto por la tierra. Se ha convertido en un ejemplo para la región y en un referente de SbN en España. Con cada pequeña acción, Carmen parece despertar al niño del poema para decirle “abramos los ojos, que se pueden hacer las cosas de otra manera”. Su labor, de ambición casi inabarcable, no va solo de cuidar la tierra, sino también de divulgar, animar e inspirar a las personas que llegan hasta este rincón de la sierra gaditana.

“A veces me dicen que no paro nunca. Y es verdad. Cuando algo te apasiona las horas del día no alcanzan”, comenta Carmen con una energía contagiosa. Durante más de dos décadas, su trabajo ha estado centrado en la gestión e ideación de exposiciones, eventos culturales y espacios patrimoniales. Amante de los caballos desde niña, Carmen encontró en Tambor del Llano la síntesis de sus dos grandes pasiones: la conservación del patrimonio —natural en este caso— y la conexión profunda con los animales y la tierra. 

El Acuerdo de París de 2015 supuso un momento clave en la lucha contra el cambio climático. Un hito que se reforzó a finales de la década de los 2010, en la que surgieron voces como Greta Thunberg, movimientos como Extinction Rebellion o el famoso informe del IPCC que alertaba sobre la necesidad de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados. Cuando el mundo despertaba ante la crisis climática, Carmen y otras cinco personas soñadoras como ella ya se habían adelantado y comenzaban a dar forma a su visión regenerativa: la idea de revitalizar la finca Los Terrazgos —esas 32 hectáreas de tierra  castigadas por el sobrepastoreo ubicadas en pleno Parque Natural Sierra de Grazalema— con una combinación de economía y conciencia ambientalista. “Establecimos la agricultura ecológica, el agroturismo y la formación como las tres llaves maestras del proyecto”, recuerda Carmen, que cita los pilares fundacionales de esta iniciativa también conocida desde entonces como Tambor del Llano.

¿Cómo se construye un proyecto de soluciones basadas en la naturaleza?

Las soluciones basadas en la naturaleza (SbN) que se han implantado en Tambor del Llano trascienden la teoría y son una práctica cotidiana. Los comienzos no fueron fáciles. “Cuando compramos la finca sabíamos que estábamos en un parque natural con muchas restricciones. Pero esas restricciones fueron una garantía. Nos dieron la seguridad de que lo que aquí hiciéramos no lo íbamos a estropear”, recuerda Carmen, que ríe también al rememorar las caras de escepticismo de algunos vecinos y vecinas cuando les hablaba de turismo sostenible o ganadería regenerativa. En la zona parecía una locura idealista. 

En la práctica, las SbN se traducen en esta finca en acciones que trabajan con la naturaleza, no contra ella, y en ese sentido la restauración de los ecosistemas ha sido fundamental. Desde el principio se han centrado en el manejo responsable del agua, la recuperación de la biodiversidad y la agricultura regenerativa. 

"Recuperamos los canales de agua que la finca tenía canalizados tradicionalmente. Es un trabajo arduo porque son muchos canales empedrados, pero es muy importante porque evita la inundación de zonas", cuenta Carmen.

El cambio en la ganadería, de vacas y cabras a ovejas, fue otra de las decisiones clave. “La ganadería de oveja es mucho más respetuosa con la diversidad botánica”, asegura la emprendedora. Siempre un paso más allá, introdujeron la oveja merina de Grazalema, una raza autóctona en peligro de extinción. Las ovejas, en régimen ecológico, no solo proporcionan carne y lana, sino que ayudan al suelo a oxigenarse con el propio pateo y a nutrirse de sus defecaciones, lo que contribuye a la retención de agua.

 

Otro de los cimientos fue la restauración del alcornoque. "Uno de los primeros trabajos fue proteger los alcornoques jóvenes que brotaban espontáneamente porque el ganado se los comía. Ahora, en diez años, hemos visto crecer una cantidad impresionante de árboles”, explica Carmen. La finca, que antes carecía de árboles jóvenes, alberga hoy una renovación de su biodiversidad, con una fuerte protección de la arboleda local.

A través de estas prácticas, Tambor del Llano ha logrado aplicar las SbN de forma integral. Carmen argumenta orgullosa su manera de entender la recuperación del ecosistema: "No solo restauramos la tierra, sino que intentamos que cada acción tenga un impacto positivo en la comunidad. Queremos que el proyecto sirva como ejemplo de cómo la regeneración natural puede ser una solución viable tanto económica como ecológica". Porque Tambor del Llano se ha convertido también en un motor de cambio comunitario. La mayor parte de los las personas empleadas son de la zona, colabora con productores locales y ha recuperado tradiciones e incluso ha integrado ingredientes culinarios que habían desaparecido.

Un modelo integral

“Económicamente sería inviable haber arrancado a mantener esto solamente con un pequeño rebaño y con unos huertos. Tenemos a 9 personas contratadas. La pata turística es la que ayudan a hacerlo posible y a la restauración del entorno”, sostiene Carmen.

Pero Tambor del Llano trasciende la idea de hospedaje convencional. “No queríamos un hotel al uso, sino un lugar para descansar, pero en el que también sentirse parte del entorno, aprender de él y respetarlo”, asegura Carmen.

El edificio principal era una antigua instalación dedicada a labores agropecuarias que ha sido rehabilitada y transformada. Con solo diez habitaciones, no se define por las prestaciones comunes en la industria hotelera. Aquí no encontrarás televisión en las habitaciones, un detalle que Carmen resalta sin ambages: “No somos hotel porque en Andalucía, para serlo, necesitas incluir un televisor en cada habitación y nos negamos”. Un gesto que refleja la filosofía del proyecto, que apuesta por el contacto con la naturaleza por encima de las distracciones modernas. “El lujo es lo que nos rodea”, prosigue Carmen, mientras se muestra orgullosa de un entorno donde el paisaje, la tranquilidad y la conexión con la tierra son los verdaderos protagonistas. 

La realidad es que Tambor del Llano es algo así como la convergencia entre un alojamiento y un laboratorio de sostenibilidad. La oferta incluye espacio de agroturismo, granja ecológica, agricultura regenerativa, restaurante con productos de la finca y actividades como senderismo, turismo ecuestre o astroturismo. “Aquí es posible caminar todo el día y no encontrarse con nadie. Es un lujo poder estar tan cerca de la naturaleza sin la intervención humana", dice Carmen, que alude a la paz que se respira en el lugar.

Los huertos de Tambor del Llano producen hortalizas de temporada que acaban en la mesa del restaurante, donde la cocina tradicional andaluza se renueva con productos propios y locales. Carmen se emociona al hablar de la “cultura culinaria local” que resucita a través de este proyecto. “Hemos trabajado con los productos autóctonos, con la introducción de sabores perdidos como el espárrago silvestre, y hemos formado a cocineras locales para sacarles el máximo provecho”.

Las estrellas son otras de las protagonistas del proyecto. Tambor del Llano fue el primer alojamiento de Cádiz en conseguir el prestigioso certificado de observación astronómica de la Fundación Starlight, que reconoce al lugar como un enclave privilegiado para observar el cielo nocturno. “Cuando la gente ve por primera vez Saturno a través del telescopio  la reacción es increíble. El cielo aquí es un espectáculo”, comenta Carmen mientras recuerda las noches estrelladas en las que las personas que visitan la finca se tumban a mirar el cosmos.

Tambor del Llano es en sí una experiencia educativa y transformadora. Y aunque el camino ha sido largo y ha estado plagado de retos, han logrado lo que muchos creían imposible.

 

El impacto de la colaboración

En el camino, Tambor del Llano ha encontrado aliados clave. Carmen, infatigable, ha logrado reunir a un grupo personas con propiedades en la comarca bajo el nombre de Serranías Vivas, una asociación con inquietudes comunes sobre la regeneración agroganadera. "Nuestro compromiso es estudiar a fondo cómo implementar estos principios y mostrar que es posible una agricultura y ganadería más respetuosa con la naturaleza", afirma Carmen, mientras destaca los avances en proyectos de recuperación de campos de cereal y ganadería regenerativa con resultados visibles en pocos años.

“También hemos contado con el apoyo de Commonland, una fundación neerlandesa, para realizar un estudio de paisaje que nos ha permitido sumarnos a la Red de Paisajes Ibéricos de los Cuatro Retornos, una red que agrupa a ocho territorios comprometidos con la regeneración en todos sus ámbitos”, cuenta Carmen con el convencimiento de quien sabe que cada paso dado en este proceso está marcado por un propósito más grande. “Trabajamos mucho con la comunidad, con la involucración del máximo número de personas y explicándoles que, aunque otras zonas rurales lidian con la despoblación, aquí, hace cien años, el territorio era mucho más poblado”, afirma, y deja claro el compromiso de la asociación con la revitalización local. Y, por supuesto, todo esto se complementa con la adopción de los principios del Savory Institute, un referente mundial en agroganadería regenerativa. 

Triodos Bank fue clave desde el nacimiento del proyecto, con el apoyo necesario en un contexto de incertidumbre económica. "Fue vital para que pudiéramos llevar esto adelante", dice Carmen, que subraya que la relación con el banco no solo les permitió financiar el proyecto, sino también garantizar que se desarrollara bajo sus principios de sostenibilidad.

Carmen, al compás del Tambor del Llano, avanza con la certeza de que la regeneración es un camino largo, pero lleno de esperanza, como el despertar del niño de Lorca que aún tiene los ojos cerrados.