Comprar sin pensar sale caro, sugiere una campaña de Ecodes, WWF y Ecoserveis lanzada en “fechas de grandes descuentos, que pueden ser el momento elegido por muchos para seleccionar un nuevo electrodoméstico”.

Material de la campaña de concienciación #SaleCaro

Destacan, por ejemplo, que aún existe un 15% de la población europea que no se fija en el etiquetado energético de los electrodomésticos y que, a medio plazo, pagará un sobrecoste en electricidad que el frenesí de las rebajas no le permitió advertir.

La existencia de periodos de rebajas casi en continuo está empezando a arrojar dudas sobre los beneficios incluso para los comercios.

Agrupaciones del pequeño comercio lamentan cómo la tendencia general, apoyada en la liberalización de los periodos de rebajas y animada por las grandes superficies, les ha llevado a adelantar las rebajas de enero a diciembre y que “no puede haber descuentos todo el año”, como indican desde la Federación de Comercio y Servicios de Valladolid.

En Estados Unidos, país del que se han adoptado nuevas fechas de rebajas, “cuando los comerciantes reducen tanto los precios para captar a los compradores en el Black Friday, suelen perder dinero”, explica Michael J. Silverstein, analista de The Boston Consulting Group.

Consumo positivo para todos

Ante los costes ocultos de las rebajas, en particular los sociales y medioambientales, la información parece básica para generar beneficios personales y colectivos con nuestras compras.

Como alternativa para elegir bien los electrodomésticos, la campaña #SaleCaro propone utilizar buscadores responsables comoEurotopten antes de ir a comprar. Este ofrece, junto a los precios de los diferentes modelos, el gasto económico en electricidad de cada aparato en los siguientes 15 años, que también da una idea de su impacto ambiental.

Desde la misma campaña, recomiendan también reflexionar sobre el tamaño y capacidad de los aparatos que compramos ya que, al margen de si realmente los necesitamos o no, esto hace que a veces incrementemos el consumo pese a elegir artículos con etiqueta de alta eficiencia energética.

Si las rebajas llaman de forma calculada a decisiones rápidas, apelando a conceptos como “unidades limitadas” o “todo el mundo piensa que es una ganga”, como explica el psicólogo del comportamiento John Gibbard, actuar de otra forma implica cierta estrategia.

Si las rebajas llaman de forma calculada a decisiones rápidas, actuar de otra forma implica cierta estrategia

“Tras años de consumismo incontrolado,comprando esto por si acaso o aquello porque de eso no tengo, llenando el armario de prendas cuya etiqueta seguía puesta después de años, me he quitado”, afirma Eva García, de Oxfam Intermón, en Planeta Futuro, donde desgrana tres ideas para no volver a caer en la trampa. Estas son ver el documental True Cost, sobre el impacto social negativo del modelo de las prendas low cost, abrir el armario y ver si realmente necesitamos algo o si no podemos reparar pequeños desperfectos para que nuestras prendas duren más y, en tercer lugar, si realmente necesitamos ir a comprar, buscar antes establecimientos que apuesten por el comercio justo o la sostenibilidad.

Para ver dónde podemos hacer un consumo responsable, de textil o de otros productos, cada vez surgen más herramientas online que nos lo facilitan. Una de las más recientes es Consumo Responsable Triodos, sitio de Triodos Bank accesible online, vía Google Play o AppStore, que geolocaliza respecto a nuestra posición qué comercios clientes del banco ético están cerca de nuestro domicilio. Además, la utilidad también recoge establecimientos como el supermercado ecológico Bionofre o la granja escuela Gure Sustraiak que, junto a su actividad sostenible, realizan una donación a la Fundación Triodos a favor de su promoción de una economía sostenible y un consumo más responsable, por cada compra realizada con una tarjeta de Triodos Bank.

Más iniciativas, como el mapa de economía social en CataluñaPam a Pam, de Setem, o la aplicación australiana Good on you, muestran otro camino para nuestro consumo.

Educación, valor y precio

Gloria Gonzalez, de Economistas sin Fronteras, propone desde Eldiario.es hacernos estas preguntas: “¿Eres consciente de la manera en que gestionas tus recursos financieros?, ¿quién te enseñó a hacerlo así?, ¿crees que fue un proceso de aprendizaje consciente?”. En su reflexión resalta cómo quizás no se ha contado con esta educación relativa al consumo, pese a que resulta una actividad central en la vida de todos.

“No es cuestión de hacernos el harakiri cada vez que cogemos el coche o nos compramos ropa, sino más bien de entender y conocer la importancia que tienen nuestras decisiones de consumo en el modelo de sociedad que tenemos”, reflexiona por su parte Sonia Felipe, desde Triodos Bank.

Felipe expone la posible contradicción entre reclamar, por ejemplo, que los líderes políticos asuman compromisos contra el cambio climático pero, al mismo tiempo, seguir sucumbiendo a los atractivos del consumo impulsivo.

No es cuestión de hacernos el harakiri cada vez que cogemos el coche o nos compramos ropa, sino más bien de entender y conocer la importancia que tienen nuestras decisiones de consumo
Sonia Felipe, Triodos Bank

En el camino hacia una economía más sostenible, en la que exista una correspondencia más fidedigna entre costes reales y precios, en los últimos años han emergido conceptos como el de la fiscalidad ambiental. También se han introducido mecanismos como el mercado de emisiones de CO2, que obliga a pagar más al que más contamina e intenta que los precios no oculten costes existentes. Un reto para el que queda un largo recorrido. Como decía el poeta Antonio Machado, que alertaba sobre el riesgo de “confundir valor y precio”, estos siguen siendo desiguales, y más que nunca en rebajas.

Tener más no da la felicidad, comprobado

Como se intuía, también empieza a comprobarse que tener más posesiones (a partir de un mínimo necesario) no es el secreto de la felicidad, sino que incluso provoca una mayor insatisfacción emocional, según un estudio del Knox College, en Estados Unidos.

Parece sensato pararnos a valorar si la adquisición apasionada de productos a precios que difícilmente se corresponden con su coste realmente nos beneficia, cuando lo hacemos de forma habitual. O si, en la práctica, no resulta compatible con nuestro bienestar personal y también con el progreso colectivo como consumidores, trabajadores, ciudadanos y habitantes del mismo planeta.

Texto: Xavier Hervás Vigueras · Imagen superior: Phil Roeder, CC BY 2.0