La semana pasada, Vladímir Putin, el líder autocrático de Rusia, ordenó la invasión militar de Ucrania. Después de años de intimidación y de la anexión de Crimea en 2014, ahora el pueblo de Ucrania se enfrenta a una violencia y destrucción a gran escala. El ejército ruso ha invadido con una gran demostración de fuerza algunas partes de Ucrania y lanzado ataques contra ciudades como Kiev y Járkov. Una vez más, las horribles consecuencias de la guerra se hacen evidentes. Como siempre, la ciudadanía más vulnerable es la que más sufre. 77 años después de la Segunda Guerra Mundial, nuevamente un país es atacado por otro en Europa. El orden jurídico internacional ha sido violado de forma vergonzosa.

Nadie sabe cómo se desarrollará esta guerra, pero las consecuencias serán significativas para el pueblo de Ucrania, para Europa y para las futuras relaciones internacionales. Detener la guerra lo antes posible es lo más urgente. Se han establecido sanciones económicas y financieras. Y se requiere de protestas públicas masivas y diplomáticas para ejercer una fuerte presión sobre el régimen de Putin y evitar la continuación de su guerra. La ciudadanía ucraniana merece apoyo por todos los medios posibles. Tampoco nos olvidemos de los/as ciudadanos/as rusos/as que se oponen a la maquinaria de guerra de Putin, a pesar de la propaganda gubernamental y de los medios dominados por el Estado, que expresan mentiras y acusaciones. Es interesante la Carta abierta de economistas rusos contra la guerra con Ucrania, sin olvidar el impresionante discurso del presidente Zelenski para la población rusa.

Para Europa, la verdad incómoda es que las economías nacionales aún dependen, en diversos grados, de los suministros fósiles de Rusia. El persistente retraso de la transición sostenible e inclusiva de la economía y el sistema energético europeos de las últimas décadas ahora tiene un precio. Vladímir Putin lo sabe. Países como Italia, Alemania y los Países Bajos se enfrentan al desafío de combinar el apoyo de sanciones efectivas con la retención del acceso a los suministros fósiles. La mejor respuesta de los países europeos debería incluir un aumento audaz, significativo o incluso masivo de los esfuerzos nacionales y europeos para descarbonizar nuestra economía actual, como lo planteó Bill McKibben en The Guardian.

Aunque desde el comienzo de la crisis del coronavirus aumentó el apoyo para una recuperación verde y justa (Unión Europea) y para reconstruir mejor (Reino Unido), la mayor parte del apoyo gubernamental a gran escala para los sectores económicos afectados por los confinamientos no se orientó de esta manera. Eso debería cambiar ahora. Esta visión de Carbon Brief sobre el tema también es interesante.

Ahora se implementan sanciones financieras para golpear al régimen de Putin y a los oligarcas extremadamente ricos que lo apoyan. Estas medidas incluyen congelar los activos rusos y negar a los rusos y a sus bancos la posibilidad de hacer negocios. Muchos países, la UE y los supervisores financieros han decidido desconectar a Rusia del SWIFT, el sistema de comunicación internacional que respalda la liquidación de pagos de los bancos. Se congelan los activos extranjeros, incluidas las reservas de divisas del Banco Central de Rusia. Esto tendrá un profundo impacto negativo en su economía y comercio.

Una vez más, las verdades incómodas están por todas partes. Durante años, los países de la UE, como los Países Bajos y antes el Reino Unido, han allanado el camino para la transferencia de la riqueza rusa (robada) a destinos y patrimonio inmobiliario seguros, con el respaldo de profesionales y evasores de impuestos en nuestras capitales y en otros lugares. Este lado oscuro de la infraestructura financiera mundial eficiente no debería impedir que los países hagan lo correcto. Con razón, Katharina Pistor nos recuerda la relación entre la terapia de choque tras el colapso de la Unión Soviética en 1991 y el nacimiento de la economía dominada por los oligarcas en la que se basa el régimen de Putin.

La guerra de Putin tendrá un impacto directo en la economía global y europea, con un retraso de la recuperación de la crisis de la pandemia y con precios más altos en la energía fósil, con la alimentación por tanto de la inflación general en unos pocos puntos porcentuales. Suponemos que el BCE y el Banco de Inglaterra, al igual que otros bancos centrales, apoyarán nuestras economías con políticas monetarias adecuadas. Los gobiernos harían bien en centrarse en especial en la posición de la ciudadanía vulnerable, que ya se enfrenta a la pobreza energética, con apoyo específico para cumplir con las facturas mensuales. Y, como ya se ha hemos dicho en el pasado, el mejor enfoque general es aumentar los esfuerzos actuales para que los sistemas energéticos de los que dependen nuestras economías en el presente sean sostenibles.

Finalmente, no olvidemos que la posición de Putin también está bajo presión, como han señalado comentaristas especializados. Cuanto más protestamos por esta guerra y mostramos apoyo incondicional al pueblo ucraniano, más ayudamos a crear las condiciones para detenerla. Todo ayuda, por pequeños e insignificantes que nos podamos sentir.

Fotografía de Kiev en 2017 de Jorge Franganillo (licencia Creative Commons CC BY 2.0)