Cuando nos acercamos a la XVI Feria Estatal de la Biodiversidad Agrícola (19 y 20 de septiembre en Buitrago de Lozoya, Madrid) es oportuno incidir en por qué son tan importantes el respeto al suelo, el cuidado de las variedades de semillas locales y el papel del ser humano en la agricultura.

El foco central del movimiento internacional de agricultura ecológica siempre ha estado dirigido al suelo y su vitalidad, su capacidad de generar vida. “Un suelo sano produce cultivos sanos, animales sanos y seres humanos sanos; constituyendo una unidad indivisible”. Este es el lema repetido por la británica Eve Balfour líder y pionera del movimiento orgánico británico en los años 40 del siglo pasado. La imagen que trasmite esta frase es sencilla, clara, verdadera, pegadiza y pedagógica. El suelo es el elemento de base en la actividad agraria.

Yo añadiría que, no obstante, el elemento central, clave, de todo sistema agrario es el ser humano, que puede destruir o mejorar la obra de la naturaleza. Puede hacer fértil un suelo infértil o viceversa. Generar vida allí donde antes solo la había en potencia porque faltaba la mano creadora del ser humano. Un buen ejemplo es la iniciativa de agricultura biodinámica SEKEM, en pleno desierto de Egipto y que cuenta con reconocimiento internacional.

El elemento central de todo sistema agrario es el ser humano

Para que exista un sistema sano de producción de alimentos, hace falta contar con un buen campesino, agricultor o ganadero que sea capaz de dirigir a todos los músicos de la orquesta que es su finca: seres minerales, vegetales y animales, junto con mano de obra humana y maquinaria; todos juntos para tocar la sinfonía anual de cultivos y cría de ganado a lo largo de las estaciones del año.

Qué mejor ayuda para este campesino que contar con las partituras de la música creadas por sus antepasados culturales, que han quedado atrapadas, escritas en el genoma de las variedades locales de plantas y razas domésticas. Acerbo cultural legado por nuestros antepasados. En las semillas y razas locales, la historia de una determinada cultura, su biografía, se convierte en biología, que como aquella, evoluciona y se transforma con cada generación para seguir siendo.

Hoy en día, para responder a las nuevas necesidades de los consumidores y del mercado, y desde el desconocimiento y la falta de consideración y respeto por la evolución de la vida en nuestro planeta, se dificulta al campesino su tarea creativa en la incorporación de mejoras en las semillas que produce. Prima la producción sobre la calidad, orientado a un modelo consumista que hace de la necesidad de alimento, otra oportunidad más para la industria del consumo.

El contenido del genoma de una semilla, como el de una partitura, solo puede manifestar su esencia, su sentido, cuando está completo, cuando mantiene su integridad, de modo que pueda reflejar todo el esplendor de su identidad.

Las variedades tradicionales destacan por su mayor valor nutritivo, su mayor carácter, identidad, expresado en su color, su olor, su sabor característico y diferencial

Las variedades tradicionales destacan por su mayor valor nutritivo, su mayor carácter, identidad, expresado en su color, su olor, su sabor característico y diferencial. Adaptadas a condiciones locales necesitan menos ayudas externas para su éxito, en ese medio local al que pertenecen. Las variedades modernas destacan por su capacidad de producción que diluye su composición, pierden carácter, por eso pueden vivir casi en cualquier parte con un aporte importante de ayuda externa en forma de fertilizantes y fitosanitarios, y pueden llegar a tener el mismo sabor si se cultivan aquí que en la otra punta del mundo.

Un buen programa de mejora, de selección trabajará con los dos tipos de variedades, cogiendo lo mejor de cada casa y manteniendo la flexibilidad de la semilla para que se adapte a diferentes condiciones sin menoscabar los mejores rasgos de su carácter o identidad. Algo que solo puede hacerse con prácticas ecológicas y biodinámicas.

De ahí la importancia de apoyar el trabajo de los hombres y mujeres comprometidos con un trabajo no solo de conservación, sino también de mejora de variedades y razas locales, para que las semillas del pan nuestro de cada día sigan conteniendo aquellos atributos que nuestros antepasados incorporaron un día. Es el caso de la Red de semillas “Resembrando e Intercambiando” (RdS), que difunde conciencia, o de la Feria Estatal de Biodiversidad Agrícola, con la que colabora la Fundación Triodos y a la que recomiendo participar para seguir aprendiendo y poniendo experiencias en común.

Hablamos de un trabajo que requiere de una dedicación y unas cualidades que solo pueden dar buen fruto con el apoyo de toda la comunidad, desde el consumidor hasta el productor, pasando por los eslabones intermedios, industria y comercializadores.

Ricardo-Colmenares

RICARDO COLMENARES
Director de la Fundación Triodos, es biólogo ambiental especializado en Agricultura Biodinámica por el Emerson College, Reino Unido. Anteriormente, ha sido responsable de Agricultura ecológica y Conservación de la naturaleza en Triodos Bank.

Imagen superior (lentejas): Justin Cormack (licencia CC BY 2.0)